Comprensión Lectora Prueba Modelo DEMRE 2022

Cuestionario Comprensión Lectora Prueba Modelo DEMRE 2022

Preguntas: 65

Compresión Lectora
Literarios

Fragmento de un cuento escrito por Julio Cortázar, publicado en 1947.

Casa tomada

1. «Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (hoy que las casas antiguas sucumben a la más ventajosa liquidación de sus materiales) guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia.

2. Nos habituamos Irene y yo a persistir solos en ella, lo que era una locura pues en esa casa podían vivir ocho personas sin estorbarse. Hacíamos la limpieza por la mañana, levantándonos a las siete, y a eso de las once yo le dejaba a Irene las últimas habitaciones por repasar y me iba a la cocina. Almorzábamos al mediodía, siempre puntuales; ya no quedaba nada por hacer fuera de unos platos sucios. Nos resultaba grato almorzar pensando en la casa profunda y silenciosa y cómo nos bastábamos para mantenerla limpia. A veces llegábamos a creer que era ella la que no nos dejó casarnos. Irene rechazó dos pretendientes sin mayor motivo, a mí se me murió María Esther antes que llegáramos a comprometernos. Entramos en los cuarenta años con la inexpresada idea de que el nuestro, simple y silencioso matrimonio de hermanos, era necesaria clausura de la genealogía asentada por nuestros bisabuelos en nuestra casa. Nos moriríamos allí algún día, vagos y esquivos primos se quedarían con la casa y la echarían al suelo para enriquecerse con el terreno y los ladrillos; o mejor, nosotros mismos la voltearíamos justicieramente antes de que fuese demasiado tarde.

3. Irene era una chica nacida para no molestar a nadie. Aparte de su actividad matinal se pasaba el resto del día tejiendo en el sofá de su dormitorio. No sé por qué tejía tanto […] tejía cosas siempre necesarias, tricotas para el invierno, medias para mí, mañanitas y chalecos para ella. A veces tejía un chaleco y después lo destejía en un momento porque algo no le agradaba; era gracioso ver en la canastilla el montón de lana encrespada resistiéndose a perder su forma de algunas horas. Los sábados iba yo al centro a comprarle lana; Irene tenía fe en mi gusto, se complacía con los colores y nunca tuve que devolver madejas. Yo aprovechaba esas salidas para dar una vuelta por las librerías y preguntar vanamente si había novedades en literatura francesa. Desde 1939 no llegaba nada valioso a la Argentina.

4. Pero es de la casa que me interesa hablar, de la casa y de Irene, porque yo no tengo importancia. Me pregunto qué hubiera hecho Irene sin el tejido. Uno puede releer un libro, pero cuando un pullover1 está terminado no se puede repetirlo sin escándalo. Un día encontré el cajón de abajo de la cómoda de alcanfor2 lleno de pañoletas blancas, verdes, lila. Estaban con naftalina, apiladas como en una mercería3; no tuve valor para preguntarle a Irene que pensaba hacer con ellas. No necesitábamos ganarnos la vida, todos los meses llegaba plata de los campos y el dinero aumentaba. Pero a Irene solamente la entretenía el tejido, mostraba una destreza maravillosa y a mí se me iban las horas viéndole las manos como erizos plateados, agujas yendo y viniendo y una o dos canastillas en el suelo donde se agitaban constantemente los ovillos. Era hermoso.

5. Cómo no acordarme de la distribución de la casa. El comedor, una sala con gobelinos4, la biblioteca y tres dormitorios grandes quedaban en la parte más retirada, la que mira hacia Rodríguez Peña. Solamente un pasillo con su maciza puerta de roble aislaba esa parte del ala delantera donde había un baño, la cocina, nuestros dormitorios y el living central, al cual comunicaban los dormitorios y el pasillo. Se entraba a la casa por un zaguán con mayólica, y la puerta cancel5 daba al living. De manera que uno entraba por el zaguán, abría la cancel y pasaba al living; tenía a los lados las puertas de nuestros dormitorios, y al frente el pasillo que conducía a la parte más retirada; avanzando por el pasillo se franqueaba la puerta de roble y más allá empezaba el otro lado de la casa, o bien se podía girar a la izquierda justamente antes de la puerta y seguir por un pasillo más estrecho que llevaba a la cocina y al baño. Cuando la puerta estaba abierta advertía uno que la casa era muy grande; si no, daba la impresión de un departamento de los que se edifican ahora, apenas para moverse; Irene y yo vivíamos siempre en esta parte de la casa, casi nunca íbamos más allá de la puerta de roble, salvo para hacer la limpieza, pues es increíble cómo se junta tierra en los muebles. Buenos Aires será una ciudad limpia, pero eso lo debe a sus habitantes y no a otra cosa. Hay demasiada tierra en el aire, apenas sopla una ráfaga se palpa el polvo en los mármoles de las consolas y entre los rombos de las carpetas de macramé; da trabajo sacarlo bien con plumero, vuela y se suspende en el aire, un momento después se deposita de nuevo en los muebles y los pianos».

Julio Cortázar, Casa tomada (fragmento).

1 Suéter con el cuello redondo que se mete por la cabeza.
2 Árbol de la familia de las lauráceas, de 15 a 20 m de altura, de madera muy compacta. Originario de Japón, China y otros países de Oriente.
3 Mercería: Trato y comercio de cosas menudas y de poco valor o entidad, como alfileres, botones, cintas, etc./ Tienda de artículos de mercería
4 Tapiz tejido en el que se representan paisajes.
5 Puerta ubicada tras la de entrada a la casa, que la separa del pasillo o habitaciones. 

¿Cuál es el tema del tercer párrafo?

DEMRE / Universidad de Chile (2021). Modelo de Prueba de Comprensión Lectora.

A)

La preocupación del narrador por la actividad de Irene.

B)

La relación fraternal entre el narrador e Irene.

C)

El gusto de Irene por el tejido.

D)

El perfeccionismo de Irene al hacer sus tejidos.

E)

Las razones de Irene para la actividad de tejer.

Compresión Lectora
Literarios

Fragmento de un cuento escrito por Julio Cortázar, publicado en 1947.

Casa tomada

1. «Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (hoy que las casas antiguas sucumben a la más ventajosa liquidación de sus materiales) guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia.

2. Nos habituamos Irene y yo a persistir solos en ella, lo que era una locura pues en esa casa podían vivir ocho personas sin estorbarse. Hacíamos la limpieza por la mañana, levantándonos a las siete, y a eso de las once yo le dejaba a Irene las últimas habitaciones por repasar y me iba a la cocina. Almorzábamos al mediodía, siempre puntuales; ya no quedaba nada por hacer fuera de unos platos sucios. Nos resultaba grato almorzar pensando en la casa profunda y silenciosa y cómo nos bastábamos para mantenerla limpia. A veces llegábamos a creer que era ella la que no nos dejó casarnos. Irene rechazó dos pretendientes sin mayor motivo, a mí se me murió María Esther antes que llegáramos a comprometernos. Entramos en los cuarenta años con la inexpresada idea de que el nuestro, simple y silencioso matrimonio de hermanos, era necesaria clausura de la genealogía asentada por nuestros bisabuelos en nuestra casa. Nos moriríamos allí algún día, vagos y esquivos primos se quedarían con la casa y la echarían al suelo para enriquecerse con el terreno y los ladrillos; o mejor, nosotros mismos la voltearíamos justicieramente antes de que fuese demasiado tarde.

3. Irene era una chica nacida para no molestar a nadie. Aparte de su actividad matinal se pasaba el resto del día tejiendo en el sofá de su dormitorio. No sé por qué tejía tanto […] tejía cosas siempre necesarias, tricotas para el invierno, medias para mí, mañanitas y chalecos para ella. A veces tejía un chaleco y después lo destejía en un momento porque algo no le agradaba; era gracioso ver en la canastilla el montón de lana encrespada resistiéndose a perder su forma de algunas horas. Los sábados iba yo al centro a comprarle lana; Irene tenía fe en mi gusto, se complacía con los colores y nunca tuve que devolver madejas. Yo aprovechaba esas salidas para dar una vuelta por las librerías y preguntar vanamente si había novedades en literatura francesa. Desde 1939 no llegaba nada valioso a la Argentina.

4. Pero es de la casa que me interesa hablar, de la casa y de Irene, porque yo no tengo importancia. Me pregunto qué hubiera hecho Irene sin el tejido. Uno puede releer un libro, pero cuando un pullover1 está terminado no se puede repetirlo sin escándalo. Un día encontré el cajón de abajo de la cómoda de alcanfor2 lleno de pañoletas blancas, verdes, lila. Estaban con naftalina, apiladas como en una mercería3; no tuve valor para preguntarle a Irene que pensaba hacer con ellas. No necesitábamos ganarnos la vida, todos los meses llegaba plata de los campos y el dinero aumentaba. Pero a Irene solamente la entretenía el tejido, mostraba una destreza maravillosa y a mí se me iban las horas viéndole las manos como erizos plateados, agujas yendo y viniendo y una o dos canastillas en el suelo donde se agitaban constantemente los ovillos. Era hermoso.

5. Cómo no acordarme de la distribución de la casa. El comedor, una sala con gobelinos4, la biblioteca y tres dormitorios grandes quedaban en la parte más retirada, la que mira hacia Rodríguez Peña. Solamente un pasillo con su maciza puerta de roble aislaba esa parte del ala delantera donde había un baño, la cocina, nuestros dormitorios y el living central, al cual comunicaban los dormitorios y el pasillo. Se entraba a la casa por un zaguán con mayólica, y la puerta cancel5 daba al living. De manera que uno entraba por el zaguán, abría la cancel y pasaba al living; tenía a los lados las puertas de nuestros dormitorios, y al frente el pasillo que conducía a la parte más retirada; avanzando por el pasillo se franqueaba la puerta de roble y más allá empezaba el otro lado de la casa, o bien se podía girar a la izquierda justamente antes de la puerta y seguir por un pasillo más estrecho que llevaba a la cocina y al baño. Cuando la puerta estaba abierta advertía uno que la casa era muy grande; si no, daba la impresión de un departamento de los que se edifican ahora, apenas para moverse; Irene y yo vivíamos siempre en esta parte de la casa, casi nunca íbamos más allá de la puerta de roble, salvo para hacer la limpieza, pues es increíble cómo se junta tierra en los muebles. Buenos Aires será una ciudad limpia, pero eso lo debe a sus habitantes y no a otra cosa. Hay demasiada tierra en el aire, apenas sopla una ráfaga se palpa el polvo en los mármoles de las consolas y entre los rombos de las carpetas de macramé; da trabajo sacarlo bien con plumero, vuela y se suspende en el aire, un momento después se deposita de nuevo en los muebles y los pianos».

Julio Cortázar, Casa tomada (fragmento).

1 Suéter con el cuello redondo que se mete por la cabeza.
2 Árbol de la familia de las lauráceas, de 15 a 20 m de altura, de madera muy compacta. Originario de Japón, China y otros países de Oriente.
3 Mercería: Trato y comercio de cosas menudas y de poco valor o entidad, como alfileres, botones, cintas, etc./ Tienda de artículos de mercería
4 Tapiz tejido en el que se representan paisajes.
5 Puerta ubicada tras la de entrada a la casa, que la separa del pasillo o habitaciones. 

¿Cuál de los siguientes elementos determina la relación de los hermanos?

DEMRE / Universidad de Chile (2021). Modelo de Prueba de Comprensión Lectora.

A)

La monotonía y el espacio doméstico.

B)

La rutina y los recuerdos de infancia.

C)

La genealogía y la melancolía.

D)

La incomunicación y la pobreza.

E)

Las acciones repetitivas y la culpa.

Compresión Lectora
Literarios

Fragmento de un cuento escrito por Julio Cortázar, publicado en 1947.

Casa tomada

1. «Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (hoy que las casas antiguas sucumben a la más ventajosa liquidación de sus materiales) guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia.

2. Nos habituamos Irene y yo a persistir solos en ella, lo que era una locura pues en esa casa podían vivir ocho personas sin estorbarse. Hacíamos la limpieza por la mañana, levantándonos a las siete, y a eso de las once yo le dejaba a Irene las últimas habitaciones por repasar y me iba a la cocina. Almorzábamos al mediodía, siempre puntuales; ya no quedaba nada por hacer fuera de unos platos sucios. Nos resultaba grato almorzar pensando en la casa profunda y silenciosa y cómo nos bastábamos para mantenerla limpia. A veces llegábamos a creer que era ella la que no nos dejó casarnos. Irene rechazó dos pretendientes sin mayor motivo, a mí se me murió María Esther antes que llegáramos a comprometernos. Entramos en los cuarenta años con la inexpresada idea de que el nuestro, simple y silencioso matrimonio de hermanos, era necesaria clausura de la genealogía asentada por nuestros bisabuelos en nuestra casa. Nos moriríamos allí algún día, vagos y esquivos primos se quedarían con la casa y la echarían al suelo para enriquecerse con el terreno y los ladrillos; o mejor, nosotros mismos la voltearíamos justicieramente antes de que fuese demasiado tarde.

3. Irene era una chica nacida para no molestar a nadie. Aparte de su actividad matinal se pasaba el resto del día tejiendo en el sofá de su dormitorio. No sé por qué tejía tanto […] tejía cosas siempre necesarias, tricotas para el invierno, medias para mí, mañanitas y chalecos para ella. A veces tejía un chaleco y después lo destejía en un momento porque algo no le agradaba; era gracioso ver en la canastilla el montón de lana encrespada resistiéndose a perder su forma de algunas horas. Los sábados iba yo al centro a comprarle lana; Irene tenía fe en mi gusto, se complacía con los colores y nunca tuve que devolver madejas. Yo aprovechaba esas salidas para dar una vuelta por las librerías y preguntar vanamente si había novedades en literatura francesa. Desde 1939 no llegaba nada valioso a la Argentina.

4. Pero es de la casa que me interesa hablar, de la casa y de Irene, porque yo no tengo importancia. Me pregunto qué hubiera hecho Irene sin el tejido. Uno puede releer un libro, pero cuando un pullover1 está terminado no se puede repetirlo sin escándalo. Un día encontré el cajón de abajo de la cómoda de alcanfor2 lleno de pañoletas blancas, verdes, lila. Estaban con naftalina, apiladas como en una mercería3; no tuve valor para preguntarle a Irene que pensaba hacer con ellas. No necesitábamos ganarnos la vida, todos los meses llegaba plata de los campos y el dinero aumentaba. Pero a Irene solamente la entretenía el tejido, mostraba una destreza maravillosa y a mí se me iban las horas viéndole las manos como erizos plateados, agujas yendo y viniendo y una o dos canastillas en el suelo donde se agitaban constantemente los ovillos. Era hermoso.

5. Cómo no acordarme de la distribución de la casa. El comedor, una sala con gobelinos4, la biblioteca y tres dormitorios grandes quedaban en la parte más retirada, la que mira hacia Rodríguez Peña. Solamente un pasillo con su maciza puerta de roble aislaba esa parte del ala delantera donde había un baño, la cocina, nuestros dormitorios y el living central, al cual comunicaban los dormitorios y el pasillo. Se entraba a la casa por un zaguán con mayólica, y la puerta cancel5 daba al living. De manera que uno entraba por el zaguán, abría la cancel y pasaba al living; tenía a los lados las puertas de nuestros dormitorios, y al frente el pasillo que conducía a la parte más retirada; avanzando por el pasillo se franqueaba la puerta de roble y más allá empezaba el otro lado de la casa, o bien se podía girar a la izquierda justamente antes de la puerta y seguir por un pasillo más estrecho que llevaba a la cocina y al baño. Cuando la puerta estaba abierta advertía uno que la casa era muy grande; si no, daba la impresión de un departamento de los que se edifican ahora, apenas para moverse; Irene y yo vivíamos siempre en esta parte de la casa, casi nunca íbamos más allá de la puerta de roble, salvo para hacer la limpieza, pues es increíble cómo se junta tierra en los muebles. Buenos Aires será una ciudad limpia, pero eso lo debe a sus habitantes y no a otra cosa. Hay demasiada tierra en el aire, apenas sopla una ráfaga se palpa el polvo en los mármoles de las consolas y entre los rombos de las carpetas de macramé; da trabajo sacarlo bien con plumero, vuela y se suspende en el aire, un momento después se deposita de nuevo en los muebles y los pianos».

Julio Cortázar, Casa tomada (fragmento).

1 Suéter con el cuello redondo que se mete por la cabeza.
2 Árbol de la familia de las lauráceas, de 15 a 20 m de altura, de madera muy compacta. Originario de Japón, China y otros países de Oriente.
3 Mercería: Trato y comercio de cosas menudas y de poco valor o entidad, como alfileres, botones, cintas, etc./ Tienda de artículos de mercería
4 Tapiz tejido en el que se representan paisajes.
5 Puerta ubicada tras la de entrada a la casa, que la separa del pasillo o habitaciones. 

“Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (hoy que las casas  antiguas sucumben a la más ventajosa liquidación de sus materiales) guardaba los 
recuerdos de nuestros bisabuelos…”

En el segmento anterior, ¿para qué se utiliza la información que está entre  paréntesis?
Para

DEMRE / Universidad de Chile (2021). Modelo de Prueba de Comprensión Lectora.

A)

demostrar que la casa conserva amplios espacios y tiene una antigua tradición arquitectónica.

B)

señalar una desventaja de los materiales de la casa en que viven.

C)

privilegiar el valor emocional de la casa sobre el valor económico de la misma.

D)

manifestar su oposición a la construcción en serie de viviendas.

E)

persuadir acerca de la importancia del valor histórico de la vivienda de los dos hermanos.

Compresión Lectora
Literarios

Fragmento de un cuento escrito por Julio Cortázar, publicado en 1947.

Casa tomada

1. «Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (hoy que las casas antiguas sucumben a la más ventajosa liquidación de sus materiales) guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia.

2. Nos habituamos Irene y yo a persistir solos en ella, lo que era una locura pues en esa casa podían vivir ocho personas sin estorbarse. Hacíamos la limpieza por la mañana, levantándonos a las siete, y a eso de las once yo le dejaba a Irene las últimas habitaciones por repasar y me iba a la cocina. Almorzábamos al mediodía, siempre puntuales; ya no quedaba nada por hacer fuera de unos platos sucios. Nos resultaba grato almorzar pensando en la casa profunda y silenciosa y cómo nos bastábamos para mantenerla limpia. A veces llegábamos a creer que era ella la que no nos dejó casarnos. Irene rechazó dos pretendientes sin mayor motivo, a mí se me murió María Esther antes que llegáramos a comprometernos. Entramos en los cuarenta años con la inexpresada idea de que el nuestro, simple y silencioso matrimonio de hermanos, era necesaria clausura de la genealogía asentada por nuestros bisabuelos en nuestra casa. Nos moriríamos allí algún día, vagos y esquivos primos se quedarían con la casa y la echarían al suelo para enriquecerse con el terreno y los ladrillos; o mejor, nosotros mismos la voltearíamos justicieramente antes de que fuese demasiado tarde.

3. Irene era una chica nacida para no molestar a nadie. Aparte de su actividad matinal se pasaba el resto del día tejiendo en el sofá de su dormitorio. No sé por qué tejía tanto […] tejía cosas siempre necesarias, tricotas para el invierno, medias para mí, mañanitas y chalecos para ella. A veces tejía un chaleco y después lo destejía en un momento porque algo no le agradaba; era gracioso ver en la canastilla el montón de lana encrespada resistiéndose a perder su forma de algunas horas. Los sábados iba yo al centro a comprarle lana; Irene tenía fe en mi gusto, se complacía con los colores y nunca tuve que devolver madejas. Yo aprovechaba esas salidas para dar una vuelta por las librerías y preguntar vanamente si había novedades en literatura francesa. Desde 1939 no llegaba nada valioso a la Argentina.

4. Pero es de la casa que me interesa hablar, de la casa y de Irene, porque yo no tengo importancia. Me pregunto qué hubiera hecho Irene sin el tejido. Uno puede releer un libro, pero cuando un pullover1 está terminado no se puede repetirlo sin escándalo. Un día encontré el cajón de abajo de la cómoda de alcanfor2 lleno de pañoletas blancas, verdes, lila. Estaban con naftalina, apiladas como en una mercería3; no tuve valor para preguntarle a Irene que pensaba hacer con ellas. No necesitábamos ganarnos la vida, todos los meses llegaba plata de los campos y el dinero aumentaba. Pero a Irene solamente la entretenía el tejido, mostraba una destreza maravillosa y a mí se me iban las horas viéndole las manos como erizos plateados, agujas yendo y viniendo y una o dos canastillas en el suelo donde se agitaban constantemente los ovillos. Era hermoso.

5. Cómo no acordarme de la distribución de la casa. El comedor, una sala con gobelinos4, la biblioteca y tres dormitorios grandes quedaban en la parte más retirada, la que mira hacia Rodríguez Peña. Solamente un pasillo con su maciza puerta de roble aislaba esa parte del ala delantera donde había un baño, la cocina, nuestros dormitorios y el living central, al cual comunicaban los dormitorios y el pasillo. Se entraba a la casa por un zaguán con mayólica, y la puerta cancel5 daba al living. De manera que uno entraba por el zaguán, abría la cancel y pasaba al living; tenía a los lados las puertas de nuestros dormitorios, y al frente el pasillo que conducía a la parte más retirada; avanzando por el pasillo se franqueaba la puerta de roble y más allá empezaba el otro lado de la casa, o bien se podía girar a la izquierda justamente antes de la puerta y seguir por un pasillo más estrecho que llevaba a la cocina y al baño. Cuando la puerta estaba abierta advertía uno que la casa era muy grande; si no, daba la impresión de un departamento de los que se edifican ahora, apenas para moverse; Irene y yo vivíamos siempre en esta parte de la casa, casi nunca íbamos más allá de la puerta de roble, salvo para hacer la limpieza, pues es increíble cómo se junta tierra en los muebles. Buenos Aires será una ciudad limpia, pero eso lo debe a sus habitantes y no a otra cosa. Hay demasiada tierra en el aire, apenas sopla una ráfaga se palpa el polvo en los mármoles de las consolas y entre los rombos de las carpetas de macramé; da trabajo sacarlo bien con plumero, vuela y se suspende en el aire, un momento después se deposita de nuevo en los muebles y los pianos».

Julio Cortázar, Casa tomada (fragmento).

1 Suéter con el cuello redondo que se mete por la cabeza.
2 Árbol de la familia de las lauráceas, de 15 a 20 m de altura, de madera muy compacta. Originario de Japón, China y otros países de Oriente.
3 Mercería: Trato y comercio de cosas menudas y de poco valor o entidad, como alfileres, botones, cintas, etc./ Tienda de artículos de mercería
4 Tapiz tejido en el que se representan paisajes.
5 Puerta ubicada tras la de entrada a la casa, que la separa del pasillo o habitaciones. 

Según el narrador, ¿cuál es la razón por la que Irene tejía?
Porque así

DEMRE / Universidad de Chile (2021). Modelo de Prueba de Comprensión Lectora.

A)

se evadía de su vida rutinaria.

B)

se sustentaba económicamente.

C)

se mantenía físicamente activa. 

D)

se entretenía haciendo algo útil.

E)

se excusaba por no trabajar.

Compresión Lectora
Provenientes de los Medios Masivos De Comunicación

Artículo de divulgación científica publicado en la sección de Reportajes del periódico La Segunda por D. Pérez el 2018.

LOS MISTERIOS DE LAS BALLENAS

«Los mares ocupan tres cuartas partes del planeta, y representan el 99% del volumen habitable de vida de la Tierra. Entre los cientos de miles de especies que navegan bajo la superficie del mar están los cetáceos, colosales mamíferos que descienden de animales terrestres que volvieron al agua después de vivir millones de años en la superficie. En el mundo existen cerca de 87 especies de cetáceos y 43 de ellas –el 50%– han sido registradas en aguas chilenas. Las bajas temperaturas del océano Pacífico, producto de la corriente de origen antártico, lo transforman en una importante reserva alimentaria, un factor que explica su proliferación.

Específicamente, las ballenas están concentradas en la Reserva Nacional Pingüino de Humboldt, en Chañaral, y en las costas de la Región de Los Lagos, Aysén, el Archipiélago de Chiloé, Magallanes e incluso en la Antártica. Ahí, científicos de Chile y el mundo se montan en pequeñas embarcaciones en las que durante dos décadas han observado a ballenas azules –el animal más grande del mundo–, jorobadas, Sei, Fin, Minke, entre las que han logrado registrar.

¿Quiénes son y cuáles son las preguntas que buscan responder?

LA LEYENDA DE LAS BLANCAS

El biólogo del Instituto de la Patagonia y la Universidad de Magallanes, Jorge Gibbons, jamás imaginó que los cetáceos que veía en la costa desde su casa en Punta Arenas cuando era un niño se convertirían en su objeto de estudio, a comienzos de los 80. “Empecé observando los delfines de Chañaral junto a Juan Capella, después viajé a Colombia a ver su trabajo con las ballenas jorobadas, volvimos a Chile para seguir buscándolas y desde entonces me sumergí completamente en este mundo, desde la biología y también desde la arqueología”, cuenta.

Si bien su foco estuvo compartido con Capella, […] su interés se ha ampliado a otras especies, como la ballena blanca y Minke, que llamaban especialmente la atención de los pueblos originarios del sur de Chile. “Los cazadores terrestres tenían un conocimiento exquisito y detallado de lo que los biólogos, a lo largo de décadas, hemos ido encontrando en el presente”, dice Gibbons. Por ejemplo, la tradición oral cuenta que el territorio norte de Tierra del Fuego era visitado ocasionalmente por una gran ballena macho, y cuando sucedía, era un gran evento para el pueblo. “Con investigadores argentinos descubrimos que hay una especie de cachalote que varaba allí regularmente. Todos eran machos. Lo que parecía un mito, era información precisa que viene de la observación”, agrega.

La evidencia arqueológica demuestra que los selk’nam conocían a los cetáceos desde siempre. Jorge se emociona con la imagen de Tanu, una representación que este pueblo hacía de la ballena Minke, utilizada en ritos y ceremonias sagradas, con líneas blancas sobre un fondo rojo, muy parecidas a los surcos que tienen estos animales en la parte inferior de sus bocas. “La antropóloga Anne Chapman grabó en los años 60 a Lola Kiepja, una chamana de Tierra del Fuego que usaba cantos para atraer cetáceos a las costas. En períodos de hambruna, la gente pedía que una ballena varara en la tierra y el representante de la comunidad emitía una recreación del canto para confundirlas y atraerlas”, explica.

Por estos días, Gibbons ocupa sus jornadas revisando unas fotografías de ballenas blancas recién llegadas de la Península Valdés, en Argentina, en una latitud similar a la isla de Chiloé. […] Lo interesante de esta investigación es que la población de estos cetáceos se extinguió en Chile debido a la caza. “En Península Valdés se recuperó, pero en la costa Perú-Chile si bien hay avistamientos, no tenemos un sitio de reproducción: los pocos que se han visto vienen desde el Atlántico. Son seres fascinantes e intelectualmente complejos. Los más viejos son capaces de aprender nuevos cantos, que son realmente difíciles. Para ellos la edad no es una limitante, pueden mantener activas sus capacidades cognitivas”, explica.

LOS MISTERIOS DE LOS CANTOS

La británica Susannah Buchan supo cuando era una niña que quería estudiar a las ballenas. Es una pasión que desarrolló en sus vacaciones en Canadá, en la casa de sus abuelos maternos. “Un lugar muy parecido al sur de Chile, con bosques y muchas ballenas”, dice la oceanógrafa, investigadora de la Universidad de Concepción y del Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas (Ceaza).

¿Qué le llama la atención de ellas? “Fueron el primer grupo de fauna marina que llevamos al borde de la extinción, y eso me pareció muy impactante. Para mí representan todo lo que es el océano, la magnitud, la potencia, la inteligencia, el misterio”, asegura.

Sin hablar una gota de español, en 2007 Buchan llegó al sur de Chiloé para poner en práctica sus estudios, enfocados en la acústica de las ballenas. […] “Todas las especies suenan distintas, pero dentro de las azules además existen dialectos regionales de la Antártica, Pacífico norte, Nueva Zelanda, océano Índico, California. En Chile, no sabíamos lo que estaban cantando, pero descubrimos a través de la acústica que las ballenas azules acá tienen un dialecto propio, chileno, que se escucha solamente en el Pacífico tropical. Especialmente en la Patagonia, pero también en Galápagos, Juan Fernández y en Chañaral de Aceituno, en la Región de Atacama”, agrega.

Comunicarse con las ballenas, o al menos comprenderlas, es también el sueño de Sonia Español, doctora en biología marina e investigadora asociada de la Fundación Meri. Su inquietud también le apareció desde niña, cuando veía la serie Flipper en televisión. “Me encantaba ver cómo ese delfín se comunicaba con la entrenadora”, cuenta. Desde entonces, su fascinación por los delfines se fue expandiendo y hoy está dedicada a estudiar la comunicación entre ballenas. “Mi doctorado fue en vocalizaciones jorobadas, y cómo podían verse afectadas por el ruido que genera el tráfico marítimo. Por una parte, tenía que estudiar los cantos de esta especie, que nunca se había hecho, y a partir de ahí ver si existía alguna relación con el ruido de las embarcaciones”, explica. Y agrega: “Registramos jorobadas cantando en el Golfo Corcovado, que por ser una zona fría siempre se había creído que era un área de alimentación, pero al estudiar sus cantos surgen nuevas hipótesis, porque los cantos que recogimos se asocian a cortejo, a reproducción, que se supone se da en zonas calientes como Ecuador. Entonces hoy surge la pregunta de por qué están cantando de esa forma ahí”.

Es el ruido de los barcos lo que mantiene a ambas investigadoras en alerta. “El océano es un medio acústico, y en los últimos 100 años hemos inyectado fuentes de sonido ajeno a estos animales. Hoy, ellos viven como si estuvieran en una carretera donde pasan motores todo el rato, y eso produce un estrés e impide escuchar al otro”, dice Susannah Buchan».

Pérez, D. (2018, 17 de agosto). Los misterios de las ballenas. La Segunda.
https://digital.lasegunda.com/2018/08/17/V/RVSV-A-20180817-008

¿Cuál es el propósito del último párrafo?

DEMRE / Universidad de Chile (2021). Modelo de Prueba de Comprensión Lectora.

A)

Describir las fuentes de ruido en el océano durante el último siglo.

B)

Demostrar que las embarcaciones provocan contaminación acústica.

C)

Afirmar que las embarcaciones circulan sin conciencia sobre las ballenas.

D)

Exponer el daño que produce el ruido de las embarcaciones.